jueves, 18 de noviembre de 2010

Papel de la CEPAL y el FMI en el Desarrollo Económico de América Latina 2.005 a 2.008

Nuevas perspectivas en América Latina:

El desafío para América Latina ha sido conseguir que los beneficios de esta coyuntura sean duraderos y permitan un crecimiento sostenido, basado en un dinamismo interno que contribuya a su vez a una mejor redistribución de la riqueza. En este sentido algunos logros se entrevén, como la consolidación de la estructura fiscal y la mayor flexibilidad de tipos de cambio en algunos países, ambas políticas contrarias a los preceptos, pero para evitar crisis en cascada como en el pasado, se requiere una integración regional lo bastante sólida como para que un sistema financiero regional funcione. Como indica la CEPAL: "las políticas macroeconómicas en las que sólo se toman en cuenta factores de alcance nacional, como ha ocurrido tradicionalmente con los programas del FMI, contribuyen a la contracción del comercio regional y fomentan devaluaciones competitivas que agravan el contagio. Por consiguiente, el FMI del futuro debería concebirse como el vértice de una red de fondos de reservas regionales y subregionales y de mecanismos de crédito recíproco. Para ello es fundamental un avance significativo en la integración, empezando por el Mercosur y la Comunidad Andina, bajo una regulación que constituya una alternativa al Consenso de Washington.

Políticas macroeconómicas y crecimiento

En los próximos años, los gobiernos de los países de América Latina y el Caribe han de perseverar en sus esfuerzos por lograr la estabilización macroeconómica con el propósito de alcanzar el crecimiento de largo plazo. En este empeño, los retos que deberán enfrentar revisten una gran complejidad. Es previsible que los desequilibrios internos y externos del pasado continúen haciendo sentir sus efectos a futuro, particularmente en términos de la reducción de los grados de libertad de los gobiernos e instituciones para poner en práctica políticas monetarias y fiscales anti cíclicas.

En las últimas décadas, Latinoamérica ha padecido las consecuencias del éxito del modelo económico neoliberal implementado fundamentalmente a partir de los años ochenta en adelante. La mayoría de los países latinoamericanos fueron sometidos a políticas económicas basadas en la racionalidad instrumental, la eficiencia y la competitividad. El Consenso de Washington (Williamson, 1990) dictaminó los lineamientos para combatir la crisis de la deuda y la hiperinflación en muchos de los países de América Latina, mediante reformas y programas de ajuste estructural, orientados a:

ü Una mayor disciplina fiscal con restricción de gasto público y con reforma tributaria para un adelgazamiento y debilitamiento del Estado, b) gestión privada de los medios de producción.

ü defensa del derecho de la propiedad privada por sobre los derechos económicos, sociales y culturales.

ü liberalización de la tasa de interés y desregulación de mercados financieros.

ü tipo de cambio competitivo.

ü la inserción de las economías emergentes en el comercio mundial mediante el aperturismo sin condiciones. Todas estas nuevas recetas derivaron en un sustancial incremento de pobreza, exclusión económica y social (política y cultural), desigualdades, desempleo, precarización de las condiciones de trabajo y erosión de la naturaleza.

El desarrollo económico de América Latina, experimentó entre 2003 y 2007 un auge económico excepcional, basado en una combinación inusual de auge financiero mundial, fuerte expansión del comercio internacional, bonanza excepcional de precios de productos básicos y altos niveles de remesas de trabajadores. Este auge fue el más notorio en más de tres décadas, en forma más precisa desde el que experimentó la región a fines de los años sesenta y comienzos de la década del setenta. Fue un auge generalizado y de hecho benefició más a la mayoría de las economías de tamaño pequeño y medio que a las dos economías más grandes de la región. En marcado contraste con los patrones que se habían experimentado desde la crisis de la deuda (y en algunos casos desde antes), sus impactos sociales fueron, además, muy favorables. El desempleo y la pobreza se redujeron en forma notoria, el empleo creció dinámicamente y mejoró su calidad, y se redujeron los niveles de desigualdad en un conjunto amplio de países.

La región no fue afectada en forma importante durante las primeras fases de la crisis financiera internacional, que se desató en agosto de 2007 en Estados Unidos, cuando se perdió la confianza en los títulos hipotecarios de baja calidad. El financiamiento externo se hizo menos cuantioso y más irregular. Además, el crecimiento de las remesas comenzó a desacelerarse como producto de las menores oportunidades de empleo para los migrantes, especialmente en el sector de la construcción en los Estados Unidos. Sin embargo, el nuevo impulso al alza de los precios de productos básicos permitió que el auge se prolongara en varios países de la región durante el primer semestre de 2008. El cambio en las tendencias de dichos precios a mediados de 2008 representó, por ello, el quiebre definitivo de las tendencias positivas. La debacle mundial que se desató a mediados de septiembre, con el colapso del banco de inversión norteamericano Lehman Brothers, acentuó dramáticamente estas tendencias.

Los impactos económicos de la crisis mundial han sido profundos, pero solo se han venido conociendo (y reconociendo) con rezago. Las proyecciones de todos los organismos multilaterales (Banco Mundial, CEPAL, FMI y ONU) prevén una contracción del PIB regional de entre 1.5 (FMI) y 2.2% (la más reciente del Banco Mundial), con las proyecciones de la CEPAL y la ONU en un punto intermedio (contracciones de 1.7 y 1.9, respectivamente). Algunos organismos privados tienen previsiones más pesimistas. La crisis es, además, generalizada. México es la economía más afectada, pero la mayoría de las economías de la región registrarán contracciones en su actividad económica.

La necesidad de adoptar políticas macroeconómicas anti cíclicas como respuesta a la crisis ha sido uno de los consensos durante los últimos meses, tanto a nivel mundial como regional. También se ha reconocido que los países en desarrollo tienen una capacidad más limitada para hacerlo, básicamente porque los flujos financieros y comerciales tienen efectos pro cíclicos sobre ellos. Por eso, los bancos multilaterales han salido a apoyar dichas políticas en forma muy activa, como acontece en el caso de América Latina con el Banco Mundial, el BID, la CAF y el BCIE. El FMI ha recibido recursos sin precedentes y ha innovado sustancialmente en su estrategia de financiamiento, particularmente con la creación en marzo de la Línea de Crédito Flexible, de carácter preventivo, a la cual han acudido ya Colombia y México. La Reserva Federal también creó líneas de crédito, a través de canjes de monedas (swaps), para los bancos centrales de Brasil y México, y la China ha proporcionado líneas similares a Argentina.

América Latina tiene, además, mayores márgenes que en el pasado para adoptar políticas macroeconómicas. El cambio más importante se ha dado en el frente monetario y cambiario. Se han podido evitar las alzas bruscas de las tasas de interés que caracterizaron las crisis anteriores, en muchos casos por el intento de evitar una depreciación aguda de las monedas nacionales. En esta ocasión, los bancos centrales han podido reducir las tasas de interés, facilitar recursos al sistema financiero (con la reducción de encajes bancarios, entre otros) y, en la mayoría de los países de mayor tamaño, han dejado depreciar los tipos de cambio (aunque interviniendo para evitar un ajuste desordenado). Los países que cuentan con bancos de desarrollo han acudido también a ellos para apoyar la reactivación crediticia.

En materia fiscal, ha habido muchos anuncios de políticas anti cíclicas, pero los márgenes no son muy amplios. La razón básica es que, pese a que el déficit fiscal se mantuvo en niveles moderados y los niveles de deuda pública son más favorables en casi todos los países que antes de la crisis precedente (las excepciones más notorias son Argentina,

Colombia, Uruguay y, marginalmente, Brasil), estos resultados no son una muestra de gran austeridad en el gasto durante el auge precedente sino de los niveles excepcionales de ingresos públicos. El gasto público se expandió a ritmos más rápidos que el crecimiento económico de largo plazo y, en este sentido, fue procíclico, con contadas excepciones, la más importante de ellas Chile pero también El Salvador y Guatemala. Será, por lo tanto, difícil mantener estos ritmos de crecimiento del gasto público durante la crisis. No obstante, si mantiene ritmos de crecimiento aceptables, el gasto podría, de todas maneras, jugar un papel estabilizador y pueden lanzarse, como de hecho lo han hecho varios países, programas orientados a aliviar algunos de los impactos de la crisis sobre los sectores de menores ingresos.

Las implicaciones políticas de la crisis se derivarán, en primer término, del deterioro en los indicadores sociales. La información suministrada en el Boletín de Coyuntura Laboral de junio de CEPAL y OIT muestra un deterioro laboral, reflejado en una caída en la tasa de ocupación, una reducción fuerte del crecimiento del empleo formal (cotizantes a la seguridad social) y un aumento del desempleo en el primer trimestre de 2009 en relación con el mismo período en 2008. Sin embargo, los impactos son todavía modestos y de hecho son compatibles todavía con un crecimiento modesto del empleo. Hay algunas excepciones importantes. Preocupa, en particular, la situación de México, que podría estar frente a una de las coyunturas labores más severas de décadas recientes (entre otras cosas, por el cambio radical en las condiciones migratorias hacia Estados Unidos) y Colombia, cuya tasa de desempleo ha aumentado desde niveles que son uno de los más altos de la región. En materia de pobreza, la ONU ha proyectado un aumento de 3.6 millones de pobres extremos en América Latina, un efecto también modesto y susceptible de enfrentarse con políticas focalizadas. Sin embargo, los impactos sobre el empleo y la pobreza se irán acumulando si la crisis se prolonga en el tiempo. Consistente con estos efectos todavía modestos, las movilizaciones políticas asociadas a la crisis no parece ser tampoco importantes hasta ahora.

Cibergrafía:

www.clubmadrid.org

www.revistapueblos.org

Fondo Monetario Internacional FMI

El FMI: El Fondo Monetario Internacional (FMI) busca fomentar la cooperación monetaria internacional, afianzar la estabilidad financiera, facilitar el comercio internacional, promover un empleo elevado y un crecimiento económico sostenible y reducir la pobreza en el mundo entero. Fundado en 1945, es administrado por los 187 países miembros casi todos los países del mundo— a los cuales les rinde cuentas.
Por qué se creó el Fondo Monetario Internacional y cómo funciona: La idea de crear el Fondo Monetario Internacional, también conocido como el “FMI” o “el Fondo”, se planteó en julio de 1944 en una conferencia de las Naciones Unidas celebrada en Bretton Woods, Nuevo Hampshire (Estados Unidos), cuando los representantes de 45 gobiernos acordaron establecer un marco de cooperación económica destinado a evitar que se repitieran los círculos viciosos de devaluaciones competitivas que contribuyeron a provocar la Gran Depresión de los años treinta.

Las responsabilidades del FMI: El principal propósito del FMI consiste en asegurar la estabilidad del sistema monetario internacional, es decir el sistema de pagos internacionales y tipos de cambio que permite a los países (y a sus ciudadanos) efectuar transacciones entre sí. Este sistema es esencial para fomentar un crecimiento económico sostenible, mejorar los niveles de vida y reducir. A raíz de la reciente crisis mundial, el FMI está clarificando y actualizando su cometido a fin de cubrir toda la problemática de la macroeconomía y del sector financiero que incide en la estabilidad mundial.

La Comisión Económica para América Latina CEPAL



La Comisión Económica para América Latina (CEPAL): fue establecida por la resolución 106(VI) del Consejo Económico y Social, del 25 de febrero de 1948, y comenzó a funcionar ese mismo año. En su resolución 1984/67, del 27 de julio de 1984, el Consejo decidió que la Comisión pasara a llamarse Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
La CEPAL es una de las cinco comisiones regionales de las Naciones Unidas y su sede está en Santiago de Chile. Se fundó para contribuir al desarrollo económico de América Latina, coordinar las acciones encaminadas a su promoción y reforzar las relaciones económicas de los países entre sí y con las demás naciones del mundo. Posteriormente, su labor se amplió a los países del Caribe y se incorporó el objetivo de promover el desarrollo social.
La CEPAL tiene dos sedes subregionales, una para la subregión de América Central, ubicada en México, D.F. y la otra para la subregión del Caribe, situada en Puerto España, que se establecieron en junio de 1951 y en diciembre de 1966, respectivamente. Además, tiene oficinas nacionales en Buenos Aires, Brasilia, Montevideo y Bogotá y una oficina de enlace en Washington, D.C.